Había una vez un chico llamado Mario a quien le encantaba tener miles de amigos. Presumía muchísimo de todos los que tenía en el colegio y de que él era muy amigo de todos.
Un día su abuelo se le acercó y le dijo:
-"Te apuesto un bolsa grande de palomitas a que no tienes tantos amigos como crees. Seguro que muchos no son más que compañeros o cómplices de tus fechorías".
Mario aceptó la apuesta sin dudarlo; pero no sabía muy bien como probar que todos eran sus amigos, entonces le preguntó a su abuela y ella respondió:
-"Tengo justo lo que necesitas en el desván. Espera un momento" ...
La abuela salió y al poco rato volvió como si llevara algo en la mano, pero Mario no veía nada.
-"Cógela. Es una silla muy especial. Como es invisible, es difícil sentarse, pero si la llevas al colegio y consigues sentarte en ella, activarás su magia y podrás distingir a tus amigos del resto de tus compañeros".
Mario, valiente y decidido, tomó aquella extraña silla invisible y se fue con ella al colegio. Al llegar la hora del recreo, pidió a todos que hicieran un círculo y se puso en medio, con su silla.
-"No se muevan, lo que van a ver es algo alucinante".
Entonces se fue a sentar en la silla; pero como no la veía, falló y se calló de espaldas ... Todos se burlaron con escandalosas risas.
-"Esperen, esperen, no me ha salido bien", dijo mientras volvía a intentarlo.
Pero volvió a fallar, provocando algunas caras de extrañeza y los primeros comentarios mal intencionados.
-"Te apuesto un bolsa grande de palomitas a que no tienes tantos amigos como crees. Seguro que muchos no son más que compañeros o cómplices de tus fechorías".
Mario aceptó la apuesta sin dudarlo; pero no sabía muy bien como probar que todos eran sus amigos, entonces le preguntó a su abuela y ella respondió:
-"Tengo justo lo que necesitas en el desván. Espera un momento" ...
La abuela salió y al poco rato volvió como si llevara algo en la mano, pero Mario no veía nada.
-"Cógela. Es una silla muy especial. Como es invisible, es difícil sentarse, pero si la llevas al colegio y consigues sentarte en ella, activarás su magia y podrás distingir a tus amigos del resto de tus compañeros".
Mario, valiente y decidido, tomó aquella extraña silla invisible y se fue con ella al colegio. Al llegar la hora del recreo, pidió a todos que hicieran un círculo y se puso en medio, con su silla.
-"No se muevan, lo que van a ver es algo alucinante".
Entonces se fue a sentar en la silla; pero como no la veía, falló y se calló de espaldas ... Todos se burlaron con escandalosas risas.
-"Esperen, esperen, no me ha salido bien", dijo mientras volvía a intentarlo.
Pero volvió a fallar, provocando algunas caras de extrañeza y los primeros comentarios mal intencionados.
Marió no se rindió y siguió tratando de sentarse en la mágica silla de su abuela, pero no dejaba de caer al suelo ... Hasta que de pronto, una de las tantas veces que fue a sentarse, no calló y se quedó en el aire.
Y entonces, comprobó la magia de la que habló su abuela. Al mirar alrededor pudo ver a Jorge, Lucas y Diana, tres de sus mejores amigos, sujetándolo para que no cayera, mientras muchos otros de quienes había pensado que eran sus amigos no hacían sino burlarse de él y disfrutar con cada una de sus caídas.
Y entonces, comprobó la magia de la que habló su abuela. Al mirar alrededor pudo ver a Jorge, Lucas y Diana, tres de sus mejores amigos, sujetándolo para que no cayera, mientras muchos otros de quienes había pensado que eran sus amigos no hacían sino burlarse de él y disfrutar con cada una de sus caídas.
Con esta acción terminó el espectáculo, se retiró con sus tres verdaderos amigos y les explicó como sus ingeniosos abuelos se las habían apañado para enseñarle que los buenos amigos son aquellos que nos quieren y se preocupan por nosotros y no cualquiera que pasa tiempo a nuestro lado y menos aún quienes disfrutan con las cosas malas que nos pasan.
Aquella tarde, los cuatro fueron a ver al abuelo para pagar la apuesta y la pasaron genial escuchando sus historias y comiendo palomitas hasta reventar.
Aquella tarde, los cuatro fueron a ver al abuelo para pagar la apuesta y la pasaron genial escuchando sus historias y comiendo palomitas hasta reventar.
Y desde entonces, muchas veces se usa la prueba de la silla y todos los que la superan resultan ser amigos para toda la vida.
Pedro Pablo Sacristán
Hola,como sabes en mi entrada anterior yo hablé de los buenos amigos, y mi respuesta es amigos pocos conocidos muchos.
ResponderEliminarUn abrazo.
http://besana1.blogspot.com/