EL SUEÑO DEL PONGO

Una mañana, un indígena se dirigió a su trabajo habitual para cumplir con su turno de 'pongo' o sirviente, en una hacienda feudal de la Sierra Peruana ...

Era un hombrecito con el cuerpo extenuado, vestido de ropas viejas y harapos.
Sólo con verlo; el patrón se burlaba de su aspecto y de inmediato le ordenaba hacer la limpieza y los quehaceres de la hacienda.

El 'pongo' siempre se portaba muy servicial; no hablaba con nadie, trabajaba callado y comía solo. Se veía tan pequeño; pero sus fuerzas eran como las de un hombre común.

"Huérfano de huérfanos", decía la mestiza cocinera viéndolo.

A diario, el patrón tomaba la costumbre de maltratarlo y fastidiarlo delante de toda la servidumbre cuando ésta se reunía de noche en el corredor de la hacienda para rezar.

Obligaba al pongo a imitar un perro o una vizcacha; y como era costumbre, él hacía todo lo que le ordenaban, provocando la risa estridente del patrón, quien luego lo pateaba y lo revolcaba en el suelo. Incluso los demás siervos no podían contener las risas al ver tal espectáculo.

Así pasaron varios días, hasta que una tarde, a la hora del rezo habitual, cuando el corredor estaba repleto de gente de la hacienda, el 'pongo' le dijo a su patrón:

-"Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte".

El patrón, asombrado al ver que aquel hombrecito se atreviera a dirigirle la palabra, le dio permiso, curioso por saber qué cosas diría.

Entonces el pongo empezó a contarle lo que había soñado la noche anterior:

"Ambos habían muerto y se encontraban desnudos ante los ojos de San Francisco, quien examinaba sus corazones ... Luego ordenó que viniera un ángel con una copa de oro llena de miel y la derramara sobre el cuerpo del hacendado, así lo hizo y el angel enlució con ella al patrón; desde la cabeza hasta los pies.

Cuando le tocó su turno al 'pongo', San Francisco ordenó a un ángel viejo:
-"Oye viejo ... Embadurna el cuerpo de este hombrecito con el excremento que hay en esa lata que has traído: Todo el cuerpo, de cualquier manera, cúbrelo como puedas, ¡Rápido!"

Entonces, el ángel viejo, sacando el excremento de la lata, embadurnó todo el cuerpo del 'pongo', de manera muy tosca".

Hasta ahí parecía que esa era la justa retribución de ambos y así creyó entender el hacendado, quien había escuchado atento tal relato, satisfecho con el final del sueño.

Sin embargo, el 'pongo' advirtió rápidamente que ahí no terminaba la historia; sino que San Francisco, luego de mirar fijamente a ambos, ordenó que se lamieran el uno al otro, en forma muy lenta y por mucho tiempo ...

De pronto, el viejo ángel rejuveneció inmediatamente y se quedó vigilando para que la voluntad de San Francisco se cumpliera.

.



Comentarios

Entradas populares