Un evangelista italiano; se encontró un día con una niña que estaba en una gran dificultad ...
—"Perdí mi monedero y somos muy pobres. Mi padre me gritó y he vuelto para buscarlo otra vez".
—"¿Has pedido a Dios que te ayude?", le preguntó.
—"Claro que si, pero no me sirvió de nada", afirmó ella mientras seguía buscando ... "Dios no me ha escuchado", se lamentaba.
Siguieron hablando y la niña repetía que su oración había sido inútil. En tanto el evangelista afirmaba lo contrario.
—"Ya vio usted que no encuentro mi monedero", concluyó murmurando la pequeña.
El sacó unas monedas de su bolsillo y se los dio diciendo:
—"Crees que Dios no te ha respondido porque no encuentras tu monedero, pero él te responde mucho mejor de lo que crees al enviarme a tu encuentro".
.
Al igual que la niña, a menudo tenemos una idea sobre la manera como Dios debe respondernos; y cuando la respuesta no tiene la forma que esperábamos, concluimos que Dios no respondió.
Esta niña esperaba que Dios le ayude a encontrar su monedero. Pero la respuesta de Dios fue mucho más lejos: Ke permitió encontrarse con alguien que conocía al Dios de amor.
Sucesos de nuestra vida cotidiana como una llamada telefónica, un encuentro con un buen amigo, pueden ser la respuesta a nuestra oración. Cuando oremos, pidamos a Dios que nos abra los ojos para distinguir y aceptar su respuesta, independientemente de la forma que tenga.
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