LA PIEL DEL COCODRILO

Una antigua leyenda cuenta que hace muchos años, el cocodrilo tenía la piel lisa y dorada como si fuese de oro.

Solía pasar todo el día bajo el agua y sólo durante la noche, salía a la orilla.

En ese momento, cuando la luz de la luna se reflejaba en su brillante piel, todos los animales de la sabana que iban hasta allí a beber agua se quedaban hipnotizados mirando la belleza del reptil.

Pavoneándose de orgullo, el cocodrilo empezó a salir cada vez más a menudo durante el día y aunque iba completamente cubierto de lodo, el sol empezó a castigarle la piel.

Poco a poco, su cuerpo quedó cubierto por la coraza de duras escamas pardas, característica de estos reptiles.

Tras esta transformación, los otros animales dejaron de ir a beber durante las horas del día y ya no prestaban atención al cocodrilo.

El feroz animal, antes ufano de su piel, jamás pudo sobreponerse de semejante humillación y, consumido por la vergüenza, desde entonces, siempre que se le acerca alguien, se sumerge rápidamente en el agua dejando tan solo sus orificios nasales y sus ojos visibles en la superficie.

Y es que no hay que ser tan arrogante por algo tan fugaz como lo es la belleza.

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