CORRE NIÑO

El chiquillo, asustado, corría  internándose en el oscuro bosque. El sonido del galope del caballo estaba cada vez más cerca. Los pequeños pulmones del infante fugitivo estaban a punto de estallar. Las fuerzas en las piernas se le escapaban.

El jinete le gritaba con furia ordenando que se detuviera. El pequeño no pensaba en otra cosa más que escapar. Los ciervos, las ardillas y los búhos eran los únicos testigos de la horrenda persecución. 

El niño atravesó el arroyuelo; pero un par de metros más adelante se detuvo, ya no podía más ... Cayó boca abajo en una sucia charca.

Viendo el jinete a su presa abatida en el húmedo suelo, procedió a descender de su caballo para dirigirse hacia el pequeño bulto mientras desenvainaba su espada. Alzó el filo del sable hacia las alturas y un rayo de luz iluminó por breves instantes, la cara del pequeño. Justo cuando el filo dividiría al chico en dos, un par de flechas impactaron en el cuerpo del jinete.

Un par de cazadores que casualmente pasaban por allí, salvaron de un inminente final espantoso al niño. Rápidamente lo levantaron del suelo. Le dieron agua y lo subieron a su carreta.

Todo estaba muy oscuro.

Los buenos samaritanos nunca se percataron de que el niño al que habían salvado, tenía en lugar de piernas humanas, unas horrendas patas de cabra, unos minúsculos colmillos y dos pequeños cuernos que apenas comenzaban a brotar de su infantil cabeza.

El mal había llegado y se dirigía al pueblo de los cazadores ...


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