¿Los milagros existen?, se preguntó aquel anciano en silla de ruedas, con la piel pegada a los huesos, flaco por tantos días sin comer.
Nadie recordaba al pobre viejito, antes solía venir su vecina a darle de comer y limpiarlo, pero ella se mudó de su casa hace una semana y desde entonces él ha permanecido deprimido, hablando solo en su habitación.
“¿Los milagros existen?”, se volvió a preguntar, poniendo toda su fe en que así era.
Entonces, como si un fuego latiera con fuerza en su corazón, tomó su bastón y afincándose, se logró levantar.
—"¡Puedo caminar!, ¡Puedo caminar!", exclamó varias veces, mientras las lágrimas se vertían sobre su rostro
—"¡Los milagros si existen!"
Corriendo eufórico abrió la ventana de su apartamento, respiró el fresco aire que venía desde el exterior y recibió el calor del sol en su arrugada piel. Luego, emocionado, sacó la cabeza por la ventana, miró a los lados para verificar que no hubiera nadie y, una vez preparado, se tiró acabando con su existir de un solo golpe contra el concreto.
Su milagro se cumplió, tuvo un final rápido ...
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Enmanuelle Ferreira
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