Había una vez un joven aprendiz que vivía en un templo de monjes. Su gran pasión era las flores; por eso pasaba varias horas cuidando el jardín y aprendiendo sobre botánica.
Un día en uno de sus paseos por el bosque en los que contemplaba la naturaleza, algo llamó poderosamente su atención: Encontró el lirio más hermoso que jamás había visto en su vida.
Entonces decidió arrancarlo para llevárselo al templo.
Al llegar a su habitación, lo puso en una maceta para poder contemplarlo todos los días y así apeciar de cerca su resplandeciente imagen; pero a pesar de cuidarlo con mucho esmero, la planta empezó a marchitarse y a perder su belleza.
Sin dudarlo, el joven aprendiz fue inmediatamente a pedir un consejo a su maestro ....
Éste le dijo que si la quería ver como era antes, debía devolver la planta a su lugar de origen.
Así lo hizo y a los pocos días, el lirio volvió a estar lleno de vida.
Desde ese día, aquel joven aprendió que cuando se ama a alguien no debes tratar de poseerlo, sino dejar que viva en libertad para que conserve su brillo.
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