Mientras regresaba a casa, encontré a un hombre tirado y malherido a un costado de la carretera. Detuve la camioneta, bajé con temor, me aproximé lentamente y con mi único brazo lo rodeé por la cintura y lo ayudé a subir al asiento delantero.
Al colocarle el cinturón de seguridad, noté que tenía heridas profundas en su espalda y que de su nariz y boca salían hilos de sangre.
—"¿Qué le pasó, señor?", le pregunté al tiempo que le ofrecía un pañuelo. "¿Lo atropellaron?".
—"Perdí mis alas en una pelea, fue un descuido mío ... Me confié".
—"¿Pelea? ¿Alas? ¿De qué me habla?"
—"Sí, esta vez fue contra un ángel; pero después le explico. Ahora mismo estoy muy agotado".
Pensé que el individuo estaba alucinando y por eso ignoré su respuesta. Él tiritaba.
Le ofrecí mi abrigo, él aceptó y cubrió su torso desnudo.
—"Lo llevaré al hospital, señor. Esos cortes necesitarán suturarse".
—"No quiero ir a un hospital. Sólo necesito descansar y después desaparezco de tu vida. Yo sabré recompensarte".
—"De acuerdo, nada de hospitales; a mí tampoco me gustan".
—"Ah, y perdón por las manchas de sangre que he dejado en el asiento y en tu abrigo".
—"Eso es lo de menos, siempre tenemos que ayudar al prójimo".
Continué manejando en medio de una oscuridad que me parecía extraña ...
Él miraba con rabia las estrellas a través de la ventana.
—"¿Cómo perdió el brazo?", me preguntó sin medir sus palabras y sin quitar la vista del cielo.
—"Fue un accidente, en las vías del tren. No quisiera hablar sobre eso".
—"Oh, disculpa, no fue mi intención".
Estuve cuidando y alimentando a mi huésped por tres días, durante ese tiempo no fui a trabajar.
Una madrugada él simplemente se despidió de mí, extendiendo su mano para saludarme. En un principio creí que se burlaba de mi desgracia, pero no, yo tenía de nuevo mi brazo derecho.
Mi extremidad creció de la nada, como si se tratara de un acto de magia.
—"Gracias por auxiliarme", dijo apretando con fuerza mis dedos con su ardiente mano. "Tengo que irme para planear mi venganza. Después vendré a verte, quizá necesite tu ayuda".
—"¿Y ahora qué le diré a la gente?", le dije abriendo y cerrando la mano.
—"¿Acerca de qué?"
—"Usted sabe, sobre mi brazo".
Él me escudriñó con sus ojos de fuego, luego abrió la puerta y puso un pie en la calle.
—"Diles que fue un regalo de tu amo".
—"¿Amo?"
Me quedé en shock cuando comprendí ...
A lo lejos sólo se escuchaba una risa escalofriante por las calles de la ciudad ...
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