Había una vez un hortelano que tenía un enorme perro como guardián de sus cultivos. El can era tan agresivo que ningún ladrón se atrevía a invadir los cercos de los sembríos de su amo ... En agradecimiento, el amo alimentaba muy bien a su fiel perro y éste a cambio se había convertido en un celoso cuidador de las pertenencias del granjero.
Como era un perro muy envidioso, luchaba constantemente por el amor de su amo con todos los animales, por eso siempre dormía dentro del establo que estaba ocupado por heno.
Cuando el ganado sentía hambre, venía a comer de los pesebres; pero el perro no los dejaba con sus gruñidos y ladridos amenazantes.
Cierto día un buey que estaba muy hambriento tras su día de trabajo, se acercó al pesebre del establo para comer un poco de alfalfa, y como era de esperarse, el perro se lo impidió comenzando a ladrar en tono muy grave.
El buey, enojado al ver que no le dejaba probar bocado, le recriminó:
—"Tonto perro envidioso. Eres un ser vil y perverso.
No permites que se coma un poco de algo que a ti no te sirve y que egoístamente intentas acaparar para nada.
El amo brinda a cada quien lo que necesita y la alfalfa no es tu alimento.
¡No comes, ni dejas comer!"
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«MORALEJA»
No debemos tener envidia de los beneficios de nuestro vecino. Lo que no sirva para nuestro provecho, debemos dejárselo a otros que si tuvieran las necesidades de utilizarlo.
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