LA HOJA QUE NO QUERÍA AGUA

Érase una vez un árbol muy joven, del que se esperaba que cuando fuera mayor, diera hermosos y buenos frutos.

Este árbol apenas tenía cuatro hojas, cuatro bonitas hojas, verdes y resplandecientes.

Un día, las cuatro hojas tuvieron una reunión de grupo para tomar acuerdos de cómo conseguirían lograr tal proyecto.

Una de ellas, la que se encontraba más arriba del árbol, les dijo a las otras tres:
—"Yo quiero seguir unida al mismo árbol que ustedes. Pero, en lo sucesivo, no quiero recibir agua porque está muy fría. Ni tampoco recibir el sol, porque quema. Por eso, me voy a poner un paraguas, que abriré cuando llueva o haga sol, y lo cerraré cuando esté el aire fresco".

A las otras tres hojas, no les pareció buena la idea, pues se dieron cuenta de que cuando abriera el paraguas, no sólo no iba a recibir ella el agua ni el sol, sino que tampoco se los dejaría recibir a ellas.

La primera hoja no les hizo caso. Nunca escuchó sus súplicas ni reclamos y, efectivamente, se puso el paraguas que abría cuando llovía o hacía sol, y cerraba cuando hacía fresco.

Al cabo del tiempo, aquellas cuatro verdes y hermosas hojas empezaron a languidecer y a marchitarse hasta que un día, las cuatro, ya secas, cayeron al suelo y fueron arrastradas por el viento. Y el árbol joven, del que se habían esperado tan buenos y hermosos frutos, quedó convertido en un tronco seco.

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