Había un maestro zen muy anciano cuya vida estaba llegando a su fin. Un día reunió a sus tres discípulos y les encomendó una misión ...
—"Mi vida se acaba y uno de ustedes deberá convertirse en maestro del templo cuando ya no esté ... Mi sucesor será aquel que me traiga el regalo más valioso para poder mantener los gastos del templo".
—"¿Y cómo hacemos eso?", preguntó uno de ellos.
"La gente del pueblo es muy poco generosa y no nos darán nada".
—"No tienen que pedirlo, tienen que cogerlo cuando nadie los vea. En este caso no sería pecado, pues es para un buen fin ... Tienen una semana para cumplir con la misión".
A los 7 días los tres jóvenes volvieron al templo.
El primero portaba una bolsa repleta de monedas de oro que había robado a un comerciante.
El segundo trajo un cofre de piedras preciosas que había extraído de la casa de una doncella
El tercero se presentó con las manos vacías.
—"¡Tú serás mi sucesor! Explica el resto por qué no has traído nada".
—"Maestro, usted dijo que debíamos robar cuando nadie nos viese ...
El problema es que aún estando solo, yo me veo a mí mismo".
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