Una joven tenía una suegra a quien considerada una mala mujer, la peor de todas. Discutía por cualquier cosa, además de hacerle imposible sus días de estancia en esa casa.
Un día va a un pastor y le pregunta qué piensa él de su mala suegra.
El pastor le dice que la señora es un demonio y que él también la odia, por eso va a ayudar a matarla para que no interfiera más en sus vidas. Luego le entrega 40 pastillas para que le dé una diaria hasta que muera, lentamente.
La nuera regresa a su casa y le da a su suegra la primera pastilla en un café, la segunda, en un postre y así sucesivamente, todos los días sin descansar.
A los 10 días de tanta atención por parte de la nuera, la suegra reflexiona ... "¿Por qué discuto tanto con mi nuera? ¿Por qué me porto tan mal con ella, si a cambio, la esposa de mi hijo es tan amable conmigo?"
Pasaron las semanas y al día 20 la suegra ya la llamaba "hija".
La nuera empezaba a sentir remordimientos y ya no quería darle más pastillas. Entonces va a donde su pastor para convecerlo de que él mismo se las dé; pero el pastor insiste que es ella quien tiene que hacerlo pues él no puede, ya que no viven juntos y sería muy sospechoso que alguien fuera del entorno familiar tuviera las mismas atenciones.
La nuera regresa a su casa, resignada.
A los 30 días, la suegra era prácticamente su madre quien tanta falta le había hecho de pequeña.
La nuera ya no podía más ...
En el día 35 le da una ligera tos a la suegra y la nuera va inmediatamente a ver al pastor.
Después de escucharla, el pastor le dice:
—"¿Ves cómo está funcionando? Ya pronto va a morir".
La nuera responde:
—"¿Y no se puede hacer algo para remediarlo? ¿Acaso es demasiado tarde? Siento que más que mi suegra, ahora es mi madre y la quiero como tal".
Luego cae al suelo de rodillas y llora amargamente.
El pastor le pide que se levante y la abraza diciéndole:
—"No te preocupes ... Las pastillas que te di, solo eran vitamina C ".
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